En los últimos años se ha producido un aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, lo que ha dejado al descubierto vulnerabilidades en la resiliencia de las comunidades. En agosto de 2023, el huracán Dora provocó devastadores incendios forestales en Lahaina, Hawaii, que destruyeron más de 2200 hogares y se cobraron más de 100 vidas. Apenas un año después, el huracán Helene provocó inundaciones catastróficas en el condado de Yancey, Carolina del Norte, que dejaron 1.400 hogares perdidos y se cobraron 10 vidas. Y en el condado de Kerr, Texas, una inundación repentina el 4 de julio de 2025 arrasó con 135 vidas sin previo aviso. Estas tragedias resaltan una tendencia creciente : los desastres son cada vez más comunes, más intensos y más perturbadores. Las consecuencias inmediatas suelen estar marcadas por el caos: cortes de energía, fallas de comunicación y búsquedas desesperadas de seres queridos.
El problema central no son sólo los desastres en sí, sino el hecho de que las comunidades luchan por responder eficazmente en las críticas primeras 72 horas. Aquí es cuando la ayuda más importa : acceso a refugio, comida, agua, atención médica e información. Las familias necesitan un lugar confiable al que acudir en caso de crisis, y los sistemas existentes a menudo se ven abrumados.
El potencial sin explotar de las escuelas
Una solución práctica radica en aprovechar un recurso que ya está en el corazón de cada comunidad: nuestras escuelas. Las escuelas son confiables, accesibles y familiares para todos los hogares. Con planificación estratégica y colaboración, pueden servir como centros vitales de respuesta a emergencias.
Las escuelas están en una posición única para brindar apoyo inmediato : los estacionamientos pueden convertirse en áreas de preparación para los socorristas, los gimnasios pueden funcionar como refugios, las aulas pueden servir como centros de distribución de suministros esenciales y las cafeterías pueden ofrecer operaciones de alimentación masiva. Los registros escolares y las relaciones existentes con las familias los convierten en lugares ideales para los esfuerzos de reunificación familiar. Fundamentalmente, las redes a nivel de distrito ofrecen redundancia: si una escuela resulta dañada, otras pueden intervenir.
Cómo hacerlo funcionar
Las agencias federales, como FEMA, ya brindan orientación para la preparación escolar ante emergencias. Su Guía para desarrollar planes de operaciones de emergencia escolares de alta calidad ofrece una hoja de ruta para la integración con los socorristas locales y el personal de capacitación. La clave es construir sobre esta base :
- Energía de respaldo y comunicaciones: Asóciese con servicios públicos y proveedores de telecomunicaciones para equipar a las escuelas con generadores y sistemas de comunicación confiables.
- Suministros de emergencia: Asegure donaciones y asociaciones con empresas para abastecer a las escuelas con mantas, agua, alimentos no perecederos y suministros de primeros auxilios.
- Educación comunitaria: Utilice eventos escolares, boletines informativos y actividades de extensión estudiantil para educar a las familias sobre los planes de emergencia locales.
Ejemplos del mundo real
La eficacia de este enfoque ya está demostrada. Después de que el huracán Helene azotara el condado de Yancey, Carolina del Norte, la escuela secundaria Mountain Heritage se transformó en un salvavidas, coordinando los esfuerzos de recuperación y brindando refugio a las familias desplazadas. Como señaló un conductor de autobús: “Estamos acostumbrados a ayudar a la gente”.
De manera similar, las escuelas de Maui sirvieron como centros de evacuación durante los incendios forestales de Lahaina, coordinando suministros y asesoramiento con la Cruz Roja. La Academia Preparatoria de Maui albergó a más de 700 personas y les proporcionó alimentos, ropa y atención médica. El director de la escuela observó: “¿Quién mejor que los educadores para realizar estas tareas? Nosotros organizamos las cosas”.
En el condado de Kerr, Texas, la escuela Hunt actuó como un centro de resiliencia, brindando refugio, comida y duchas a 150 miembros de la comunidad mientras coordinaba las respuestas de las ONG y brindaba apoyo a los socorristas.
El camino a seguir: un programa nacional de refugio seguro
Para ampliar este modelo a nivel nacional, se debería lanzar un programa voluntario para equipar a las escuelas como “refugios seguros”. Este programa se centraría en la educación de preparación para estudiantes y familias, además de proporcionar refugio, suministros esenciales y servicios de comunicación durante las crisis. El objetivo es garantizar que cuando ocurran desastres, las comunidades tengan un lugar confiable al que acudir en busca de ayuda.
Los autores, Scott Thach, John Garside y Keysha Baynes, aportan décadas de experiencia combinada en liderazgo de organizaciones sin fines de lucro, promoción de políticas y desarrollo de asociaciones estratégicas. Su experiencia colectiva subraya la viabilidad de este enfoque centrado en la comunidad para la resiliencia ante desastres.
