Un año después de que el huracán Helene devastara el oeste de Carolina del Norte, el daño físico sigue siendo visible: familias desplazadas, escuelas cerradas y comunidades en reconstrucción. Pero en medio de la recuperación, está echando raíces una transformación más profunda. Al otro lado de las montañas, los educadores están reconsiderando cómo las escuelas pueden no solo restaurar lo perdido sino también reinventarse a sí mismas como pilares de resiliencia.
Reconstrucción con Comunidad en el Centro
El Proyecto de Resiliencia de WNC, lanzado después de la tormenta, ha reunido a 18 distritos escolares para repensar la educación. Su principio rector es simple: la recuperación no sólo debe restaurar el pasado sino crear un futuro más fuerte y más conectado.
En Canton Middle School en el condado de Haywood, esta idea ya está cambiando la forma en que los estudiantes y el personal ven la escuela. El director Joshua Simmons lo describe como un cambio de un edificio a un “hogar” para la comunidad. Las asambleas semanales, nacidas de la destrucción de la tormenta, ahora reúnen a todos (maestros, estudiantes y personal). Estas reuniones fomentan la empatía y la responsabilidad colectiva, asegurando que cada voz contribuya a una cultura escolar positiva.
Convertir el dolor en propósito
El condado de Madison es otro ejemplo de resiliencia en acción. La profesora de inglés Julie Young y la artista del vidrio Kristen Muñoz colaboraron en Stories in Glass, un proyecto que ayudó a los estudiantes a transformar vidrios rotos en símbolos de renovación, como mariposas y abejas.
Para Julie, una profesora veterana, el proyecto era más que un arte: era una forma de empoderar a los estudiantes durante una época de incertidumbre. En lugar de un trabajo de investigación tradicional, los estudiantes crearon un sitio web interactivo para documentar las historias de la comunidad sobre la tormenta. Aprendieron a realizar entrevistas, hacer podcasts y diseñar, lo que demostró que la educación puede ser a la vez creativa y útil.
Kristen añadió una oración hawaiana, Ho’oponopono, para guiar el proceso. “Lo más importante”, dijo, “es que nos unamos y reconstruyamos nuestra fe en la vida y en los demás. ¿Y quién mejor para compartir eso que los niños?”
Seis hilos de resiliencia
El Proyecto de Resiliencia de WNC proporciona un marco para este trabajo a través de seis líneas clave:
- Apoyos para la salud mental : Abordar el costo emocional de la tormenta.
- Aprendizaje relacionado con la recuperación : Integrar las lecciones del desastre en el plan de estudios.
- Nuevas vías de obtención de credenciales : Ampliación de oportunidades para los estudiantes.
- Asociaciones comunitarias : Fortalecimiento de vínculos entre escuelas y organizaciones locales.
- Liderazgo sistémico : Repensar cómo se administran las escuelas.
- Diseño basado en la empatía : garantizar que cada iniciativa considere las necesidades del alumno.
Estos aspectos no son reglas rígidas sino herramientas flexibles para que los educadores se pregunten: ¿Qué es lo más importante aquí y cómo podemos incorporarlo a la práctica diaria?
Una cultura de resiliencia
Para Joshua Simmons, la resiliencia no es sólo una palabra de moda: es una realidad. Conduce por barrios que aún se están recuperando y ve de primera mano los desafíos que enfrentan las familias. Sin embargo, en las aulas ve algo más: niños liderando proyectos, colaborando y apoyándose unos a otros.
“Los niños son las personas más resilientes del mundo”, afirmó. “Están de regreso listos para aprender”.
Esta mentalidad está dando forma a la forma en que las escuelas abordan lo académico. Al alinear los esfuerzos de recuperación con el Retrato de un Graduado de Carolina del Norte, los distritos están enfatizando la adaptabilidad, la empatía y la colaboración. Estas habilidades no son sólo para el aula: son esenciales para reconstruir comunidades.
Lecciones más allá de las montañas
El Proyecto de Resiliencia del WNC aún está evolucionando, pero su enfoque ofrece un modelo para otras regiones. No se trata de importar programas sino de fomentar soluciones locales arraigadas en los valores comunitarios.
La resiliencia no se construye con grandes gestos sino con acciones cotidianas. Cuando las escuelas se convierten en hogares (lugares donde todos se sienten vistos, seguros y apoyados) se convierten en la base de una recuperación duradera.
Conclusión
Un año después de Helene, las escuelas del oeste de Carolina del Norte son más que supervivientes: son arquitectas de un futuro más resiliente
