El futuro de la escuela: dos horas de IA, ¿y luego qué?

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El rumor en torno a Alpha School, una institución de pago que promete una “jornada escolar de IA de dos horas”, se ha disparado recientemente y aparece en publicaciones como The New York Times. La idea central es ambiciosa: aprovechar la IA para ofrecer un aprendizaje personalizado y basado en el dominio que podría reducir drásticamente el tiempo en el aula y al mismo tiempo mejorar los resultados de los estudiantes. Pero detrás de todo el revuelo, surge una pregunta crucial: ¿qué hacen los estudiantes con el resto del día?

La promesa de una educación impulsada por la IA no se trata sólo de eficiencia; se trata de cambiar fundamentalmente la forma en que los estudiantes aprenden. Los resultados iniciales de Alpha School son sorprendentes. Los estudiantes de K-2 obtuvieron calificaciones en el 0,1% superior a nivel nacional, mientras que los estudiantes de K-8 obtuvieron resultados en el 1% superior. Incluso los estudiantes de undécimo grado obtuvieron un promedio de 1535 en el SAT, y los de noveno grado obtuvieron 1410. Estos números sugieren que si la IA puede replicar la efectividad de la tutoría individual, el desempeño de los estudiantes podría experimentar mejoras significativas.

El motor detrás de los resultados: trilogía y aprendizaje adaptativo

La clave del enfoque de Alpha es una empresa llamada Trilogy, que integra herramientas de aprendizaje adaptativo existentes (Aleks, IXL, Grammarly, etc.) con su propio software propietario. Incept, el motor de recomendaciones de Trilogy, analiza el desempeño de los estudiantes a través de estas herramientas para optimizar las rutas de aprendizaje. Timeback, la segunda herramienta clave, utiliza grabación visual en vivo para medir y mejorar la atención de los estudiantes, esencialmente replicando una experiencia de tutor 1:1. Este nivel de adaptabilidad no tiene precedentes, aunque es probable que enfrente desafíos legales a medida que continúen las demandas por vigilancia de IA.

El principio subyacente es simple: si la IA puede brindar instrucción personalizada y efectiva en una fracción del tiempo, los estudiantes tendrán más libertad para buscar experiencias del mundo real. No se trata solo de mejora académica; se trata de remodelar la educación en torno al desarrollo humano.

Más allá del bloque de dos horas: el auge del aprendizaje experiencial

La verdadera oportunidad radica en cómo los estudiantes ocupan el tiempo restante. Las investigaciones muestran consistentemente que el aprendizaje de alta calidad prospera en las comunidades, a través de experiencias prácticas y conectando la educación con un propósito en el mundo real. El aprendizaje-servicio, el compromiso cívico, la capacitación basada en el trabajo, las artes y los deportes: estas experiencias fomentan habilidades críticas, capital social y un sentido de responsabilidad.

El objetivo es traducir estas experiencias en competencias verificables que las escuelas y los empleadores reconozcan. Esto requiere un cambio de mentalidad:

  • Propósito sobre las pruebas: Las experiencias deben estar impulsadas por el impacto en el mundo real, no solo por los puntajes de las pruebas.
  • Diseño dirigido por los estudiantes: Los estudiantes deben tener capacidad de decisión para dar forma a su propia educación.
  • Conexión con el mundo real: El aprendizaje debe ser relevante para las vidas y comunidades de los estudiantes.

Ronald Dahl, en una entrevista reciente de Getting Smart Podcast, enfatiza que “crear oportunidades para que los jóvenes marquen la diferencia… y que esa diferencia sea reconocida” es crucial para el crecimiento. Señala la importancia de equilibrar la competencia con la cooperación, y señala que los entornos más eficaces ofrecen diversos nichos de contribución en lugar de un juego académico de suma cero.

Las barreras persisten: desafíos sistémicos para el aprendizaje experiencial

A pesar de la promesa, existen importantes obstáculos en el camino. El sistema tradicional K-12 no está diseñado para un aprendizaje experiencial rico y los límites de las materias siguen siendo rígidos. Los educadores carecen de capacitación en enfoques centrados en el alumno y las comunidades aún no están equipadas para adaptarse a este tipo de experiencias.

El mayor desafío, sin embargo, es la medición. Como establece la Ley de Goodhart: “Cuando una medida se convierte en un objetivo, deja de ser una buena medida”. Actualmente, la educación prioriza lo que es fácilmente cuantificable (tiempo sentado, puntajes de exámenes), lo que dificulta evaluar el valor de las experiencias emergentes y personalizadas.

El camino a seguir: medir lo que importa

Para desbloquear todo el potencial de la educación impulsada por la IA, necesitamos nuevas formas de medir habilidades y competencias. La evaluación de habilidades duraderas, la validación de habilidades y otros marcos emergentes tienen como objetivo capturar capacidades con mayor fidelidad. Pero estos cambios requieren coordinación, pruebas a largo plazo y un cambio fundamental en la forma en que definimos el dominio.

Alpha School ofrece una idea de lo que es posible: aprendizaje altamente documentado e impulsado por IA en un bloque de dos horas. Pero si no se mide el resto del día, es posible que se pasen por alto esas valiosas experiencias. En un mundo impulsado por la IA, lo que no se mide puede dejar de importar.

El futuro de la educación no se trata sólo de una IA más inteligente; se trata de garantizar que los estudiantes tengan el tiempo, los recursos y el reconocimiento para buscar experiencias significativas que los desarrollen como seres humanos integrales y comprometidos.